18.10.10

Payada intergaláctica ...

Por
WALTER CASSARA
en Radar Libros, Página 12, 8 de Abril, 2002.

Como un asteroide errante en el actual firmamento de la poesía argentina, un auténtico ready made u objeto no identificado que desciende de una galaxia remotísima, la escritura de Ná kar Elliff-ce (née Carlos Elliff) postula desde el principio, desde la descomposición del nombre propio, la necesidad de romper con cierto orden legible, ciertos usos codificados, literarios o “terrícolas” del discurso poético.
Desde el vamos, la identidad queda abolida o suspendida, pero quien firma la obra no apela a un seudónimo ni a un heterónimo (maniobras encubiertas de autor al fin y al cabo), sino que opera como un nombre más, desprendido de ese caos barroco y mutante. Sólo sobrepasando, disolviendo la autoridad del nombre propio –como advertía Roland Barthes en un admirable estudio sobre Proust– es como la escritura puede leerse y pensarse en tanto tal: darse otro nombre, travestirse para anular toda marca de género, moldear un rostro a imagen y semejanza del desierto, adentrándose en esa gran estepa alejandrina que podría llamarse Asia, Persia, Urano o el Uruguay, zona franca esta última, habilitada particularmente para la partenogénesis poética, y que ha alumbrado toda una “raza ventrílocua de poetas, iniciados en el Río de la Plata por un mulato algo letrado, llamado Bartolomé Hidalgo” –según afirma Roberto Echavarren en el agudo postfacio que cierra este libro. Hidalgo y Estanislao del Campo también, con su insuperable “overo rosao” aterrizando en un cráter para una payada intergaláctica.
Como un Persiles clonado de un cowboy de película clase-B, cuya Segismunda es en realidad una cautiva psicodélica –”prima shiva transiberiana”– Elliff lanza sus redes para juntar perlas de tamaños desproporcionados, imposibles, como sólo un sheik de la Vía Láctea podría atesorarlas: “¡guerra o invasión!: ¡házte ovni!.../ se zamarrean los alfiles de luna y del saloon-rancho nada sale pero se orquestan:/ las pisadas-labios y las bocas de arena los pasos del alter/ el atelier del absurdo cliente en zona: / figura tirarenas, pezuña de huella y reviente-fuera de caderas/ en la orilla de lycantrope-paleta enlaza la cinta de un Zorro fosco/ y alfilerazgo de la arena”, leemos en una página belicosa, titulada “Far (hu)este”.
Aquí todo, desde la puntuación hasta el vocabulario, es voluntaria y desprejuiciadamente asombroso, al modo de las millonarias proezas sintácticas de un Góngora, pero también al modo de los prerrafaelistas, con sus sonetos armados como mobiliarios artesanales y esotéricos. Se trata de crear una morfología poética nueva, descomprimir y desmembrar las palabras para llevarlas a un estado de máxima apertura sonora y semántica. Cada partícula de la lengua se convierte entonces en una virtual caja de resonancias cuya variables de sentido pueden desplegarse en contextos múltiples (e incluso antagónicos).
De ahí que Ovnipersia conecte en su desmesura con la utopía de una “neolengua estelar” o “panlenguaje” ya aventurada, a principios del siglo pasado, por el genial y secreto poeta ruso Vlemir Khlebnikov, cuya mística de vanguardia inspiró obras del futurismo eslavo más difundidas como las esculturas de Tatlin y los poemas de Maicovsky.
Además de poeta, Carlos Elliff es coeditor (junto con Reynaldo Jiménez y Carlos Riccardo) de Tsé-tsé, revista en torno de la cual se agrupa gran parte de la poesía más experimental y “psicodélica” que se escribe actualmente en Buenos Aires. También Elliff ha incursionado en el”underground” con espectáculos de poesía y música electrónica. Ovnipersia es su segundo libro publicado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario