26.7.11

Ovnipersia me lo regalaron.

De una entrevista de María Ortiz al autor de Ovnipersia, para la revista Ónice, 2002. Destacamos tres preguntas con sus respuestas que, tras las reseñas posteadas, cierran un capítulo de esta recolección.


-¿Hubo ese momento de decir o entender, bueno, ahora escribo Ovnipersia o algo así?
No, para nada. A Ovnipersia me lo regalaron, y esta es su verdad ... genética, por decirlo de algún modo.


-¿No hubo autoría querés decir o no hubo programa o hubo sólo una especie de encuentro milagroso...?
Sería falluto decir que no hubo autoría pero también sería falluto decir que la hubo; si comparás Climas y Oleajes, de aquel Carlos Elliff, con Ovnipersia, de ná Khar Elliff-ce, vas a encontrar esa cosa de regalo de Ovnipersia, que nada tiene que ver con el trabajo; ahora después hubo que desenvolverlo, probármelo y usarlo a fondo, hacer como que era mío, cuando en realidad no. Lo que se inicia en Ovnipersia es otra cosa y no tiene nada personal, al menos en sus partes más "genuinamente ovnipersas" (porque tiene una resaca más floja por ahí) ... es otra caza más bien, y con un arco que no manejaba. La flecha sí, en un punto, parecía que era yo. Aparecía en cada practicable ... en cada situación ... Era más bien Ovnipersia experimentando conmigo, su exigencia de más fidelidad cabalgándome, no al revés. Por eso no es un libro "experimental", como si un sujeto demasiado á la page le impusiera su idea terciaria y cultérrima de lo que es experimentar ... El libro está más cerca de un nocturno de capa y espada, con rasgos manieristas, en cuanto experiencia aluvional, que me modificaba como cabezal de la flecha y de rebote se la daba también al libro, ahí atrás de un árbol o bajo la luna. La corrección, que la hubo, era eso: llevármelo de nuevo al abrupto del árbol, de la capa, devolver el flechazo, jugar nativamente en ese paraíso astral.


- ¿Te atrae o te llama esta presencia o no del Paraíso?
- Sí sí, totalmente, más tirando a ese Paraíso como de lunerotikós mudéjar, de cierto Pasolini leyendo las 1001 Noches, o de un Lezama Lima muy especialmente. Pero sobre todo un Paraíso sin idea previa, sin teología ni literatura, aunque con una misteriosofía de octavo clima –dirían los sufís– que no ancla en el paraíso leído ni fílmico, sino en uno por el que cada cosa es continuamente destilada y como "leída". Quiero decir cantada y amada. Y menos de lírica o de poesía que del aliento que levanta la rumia, cualquier rumia, a cierta hora, en cada cosa, el regusto de esa hora, o de esa era nuclear, por la que cada entidad es macerada y elevada a su humo, muy cerca de su éxtasis (no de su histeria) según algo más cierto y amable que el placer. En base a esa rumia a veces se evapora algún camino ... a Compostella, o más literalmente –dirían los agricultores celestes– compost de la Estrella. Por ahí va, y después esos efectos secundarios de comedia esotérica, su picaresca hechizada a través del eros anterior que habilita la Luna. El Paraíso pasa por zonas de anterioridad muy intensa: no conviene que aparezca a posteriori como efecto de religión o de cine o de “subjetividades privilegiadas”. ¿Hay Paraíso sin religión ni poesía ni profetas? La poesía que me gusta hace pasar esa anterioridad paradisíaca, aún a pesar de atravesar la criba del verso, la oración o el versículo. A la vez tendría que aparecer ese lector capaz de abrir, con su rumia, esa anterioridad, sin las toscas detenciones de la hermenéutica o de cualquier interpretación. Es una instancia de pura afectividad no-humana que Deleuze, leyendo a T.E.Lawrence, llamó estado naciente de la percepción. Lezama Lima lo llamó estado larvario. Yo lo llamaría –haciéndoles cosquillas– nuestra aventura anterior. Y no te digo "nuestra" al pasar, sino porque el "paraíso" no puede ser privado (y menos de ghetto), es parte de esa omni-inclusividad enunciativa no-discursiva de la oración terrestre: colectivos de miríadas .